Análisis
Por Milagros Salazar* @milagsalazar
Domingo, 9 de octubre de 2016
¿Por qué es importante conocer quiénes son los nuevos y viejos protagonistas del poder corporativo, cuáles son sus rasgos y sus nuevas formas de hacer negocios y de convivencia? La respuesta apunta a los bolsillos de los ciudadanos y a las instancias donde se toman las decisiones sobre el destino de la población. El sociólogo y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Francisco Durand, compartió con #ExpedienteDelPoder los hallazgos principales de su investigación aún no publicada y desarrollada en los últimos dos años junto a Emilio Salcedo, sobre estos grupos de poder económico para mapearlos no solo desde el crecimiento de su riqueza sino también desde el plano social. A estos principales grupos, Durand los llama los nuevos “12 apóstoles” en alusión a los empresarios que jugaban un rol importante en diversos sectores de la economía del país y eran cercanos al expresidente aprista Alan García durante su primer gobierno (1985-1990).
En el nuevo mapa del poder dibujado por Durand, de los doce grupos empresariales solo quedan cinco porque el resto fue absorbido por trasnacionales extranjeras. Sin embargo, aparecieron nuevos protagonistas del interior del país. Un escenario en el que Durand distingue dos tipos de grupos: los limeños establecidos y los provincianos emergentes (Ver gráfico).
En el primer grupo están los Benavides, que tienen una presencia importante en el sector minero, los Brescia con participación predominante en el sector financiero y en la pesca, los Ferreyros en el rubro de las maquinarias, Graña y Montero en el sector construcción, Rodríguez-Pastor con inversiones en la banca, el sector educativo y retail, y Romero con un conglomerado de compañías en el sector financiero, el negocio de alimentos, palma aceitera, transporte y logística.
En el segundo grupo de provincianos emergentes aparece Acuña con su emporio educativo César Vallejo. Su fundador, el excandidato presidencial César Acuña, es un cajamarquino que migró a Trujillo desde donde hizo crecer su emporio. A diferencia de los demás apóstoles de este segundo grupo, a él le seduce la política, no solo los negocios. También aparecen los hermanos ayacuchanos Añaños con ISM y AJE, Dyer & Coriat con la agroindustrial Camposol y ex dueños de la pesquera Copeinca, Flores de Huancavelica con su red de tiendas Topitop, los cajamarquinos Huancaruna líderes en las exportaciones de café y Rodríguez Banda de Arequipa con Gloria, Coazucar y Cementos Yura.
“Los grupos limeños son los que mantienen el sistema financiero y no hacen negocios con los grupos emergentes porque consideran que estos empresarios no están a la altura y porque persiste la sospecha de que han hecho crecer su riqueza en base a dinero ilícito, aunque para asegurar eso hay que buscar la evidencia y además considerar que también existen sospechas en los grupos limeños. Tienen una una falsa idea de grandeza”, explica Durand. El investigador recuerda que cuando trabajaba en el organismo tributario Sunat le tocó auditar a una de las grandes empresas de una de las familias más conocidas de Lima y el abogado de la compañía argumentó: “Cómo es posible que la Sunat audite a la empresa si el dueño es un caballero”. Para los representantes de algunas de estas compañías, la labor fiscalizadora del Estado debe subordinarse a ciertos privilegios que los funcionarios públicos casi siempre evitan romper para terminar cayendo en la “timidez regulatoria” ante las presiones, apunta Durand.
“Ellos palanquean a favor de sus intereses no solo con su poder económico, sino también político, social y de influencia mediática”, agrega.
Además de diferencias entre estos dos grupos, hay similitudes. Los “12 apóstoles” han basado su riqueza en la creación de 501 empresas que forman parte de holdings con una presencia importante en el exterior, de las cuales 304 compañías aparecen establecidas en el Perú y 197 en el extranjero hasta 2015, según la Superintendencia de Mercado de Valores y las memorias anuales de las empresas. Varias son creadas en paraísos fiscales “donde se esconden fortunas y es más difícil fiscalizar el flujo del dinero y las transacciones”, apunta Durand.
Los grupos económicos limeños palanquean a favor de sus intereses no solo con su poder económico, sino también político, social y de influencia mediática
La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) asegura que el 10% más rico de América Latina concentra el 71% de la riqueza, pero solo tributa el 5,4% de su renta. La revista Poder nos recuerda que en el caso del Perú, “los que más tienen solo están dispuestos a pagar un poco más del 5% de sus ganancias como impuestos”, según el documento 'Tributación para un crecimiento inclusivo' de Cepal.
La elusión tributaria y el mundo de las empresas offshore no son un asunto de ilegalidad. Todo está revestido de leyes. El gran impacto es la inequidad porque “la recaudación de impuestos debe ser justa”.
Entre la jerga técnica del mundo financiero y la macroeconomía, hay decisiones que afectan directamente a la gente y que convierten en un abismo las brechas de la desigualdad. En 2014, la deuda privada peruana (de las empresas) bordeaba los 43 mil millones de dólares, lo que representaba casi la cuarta parte del PBI del país en ese año. Esto revelaba que las compañías privadas “crecieron en base a deudas en el exterior y por lo tanto son vulnerables”, explica Durand.
Emilio Salcedo, quien también participó en la investigación, explicó que en las memorias anuales de las empresas aparecen distintas formas de endeudamiento pero las que sobresalen son los préstamos con bancos internacionales y la emisión de bonos en los mercados del exterior. Esta última modalidad está creciendo cada vez más.
¿Qué tiene que ver esto con las decisiones del poder político y con los ciudadanos? Mucho. La fuente de ingresos de estas empresas peruanas es fundamentalmente en soles y si el dólar sube tendrán dificultades en pagar sus deudas que están en dólares. Por eso cuando el Banco Central de Reserva (BCR) prefiere quemar las reservas que tiene el país para que el dólar no suba, hay una pregunta impostergable: “¿política monetaria para quién?”, cuestiona Durand. Y en la misma línea lo hace el expresidente interino del BCR, Óscar Dancourt: “El BCR puso los intereses de los grandes deudores en moneda extranjera por encima de los intereses de la economía nacional y se embarcó en un curso de política insostenible”. Y si el país quema sus reservas se vuelve un país en riesgo para las inversiones, se incrementa el valor de los bienes, los intereses, y esto sí afecta a la población de manera directa, señala Durand.
Para el investigador del poder económico en el Perú este estado de privilegio se afianza y se pone en marcha mediante el financiamiento de campañas de los partidos políticos. No a uno, a varios. No solo al candidato presidencial, sino también a los congresistas que fabricarán las leyes. “Es como la apuesta a los caballos o la compra de un seguro para seguir haciendo negocios”. De esa manera garantizan cercanía. La segunda estrategia es la puerta giratoria. Los exgerentes y miembros de empresas que pasan a trabajar a instituciones claves del Estado, y luego vuelven al sector privado. Dionisio Romero Seminario, el banquero más importante del país, relató en una sesión reservada de abril de 2002 ante la comisión investigadora del Congreso encargada de analizar los delitos financieros del gobierno de Fujimori, que en el Ministerio de Economía y Finanzas trabajaron exgerentes del Banco de Crédito del Perú. Lo aceptó con naturalidad. La tercera vía es el lobby, la gestión de interés, tan extendida y tan oculta a la vez.
Tales estrategias generan situaciones de privilegios (Ver ‘Cómo funciona el juego´). Y pocas veces los intereses particulares de los grandes grupos económicos coinciden con los intereses del país. Porque “no es verdad que si le va bien a la CONFIEP, el gremio de los empresarios, también le va bien al Perú”.